Nosotros caminabamos por una carretera definida con el lapiz de los años y la experiencia, conociendonos a golpe de consuelos, sorteando las piedras y baches para no pinchar nada de nuestro amor, protegiendolo como si fuera un tesoro de cristal. Desgraciadamente, nuestros carriles cada vez se separan mas, como si el destino tratara de que nuestro tesoro cayese, donde antaño habia un pequeño sendero por el cual caminabamos apretados, ahora hay una autopista con trafico y con el asfalto cada vez mas quebrado, pero nos osamos a desafiar al destino y seguimos manteniendolo.
Un dia, entre todo el trafico de la distancia, aparecio un chico sonriendome con poesias y con cosquillas en los ojos. Cada vez que se acercaba me daba un pequeño empujoncito con sus sonrisas, de esos que no se notan, de esos que son consentidos. Poco a poco me deslize hacia el arcén del descaro, hasta que le pedi un recuerdo eterno, y me empujó, no se si definitivamente, fuera de la carretera. Caminar por alli era mas facil, no tenia que soportar el asfalto ni las piedras de las discusiones, no habia trafico de distancia, caminar por la hierba era suave y cómodo. Pero hubo un problema, me enamoré de esa naturalidad, de la facilidad de nuestra risa y de su atrevimiento, sin miedo a meternos en una profunda selva. Yo seguia manteniendo mi tesoro, aunque se veia cada vez mas frágil, mi compañero de camino no conseguia ver nada a través del trafico, no se dio cuenta de que ahora yo caminaba en paralelo a la carretera.
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